El escritor que puso nombre al cuarto rey mago

03.01.2025

El cuarto rey mago creado en 1895 por el escritor estadounidense Henry van Dyke se llama Artabán. ¿Tiene base histórica?

Henry van Dyke tenía una inquietud: ¿y si la historia de los Reyes Magos no estuviera completa?

En los evangelios no se menciona cuántos eran los sabios que siguieron la estrella. Algunas pinturas antiguas mostraban cuatro figuras, no tres. Esto ocurre en las catacumbas de Santa Domitila, en Roma, donde unos frescos fechados en el siglo III muestran a cuatro magos entregando ofrendas al niño. De hecho, la historia de los Reyes Magos como Melchor, Gaspar y Baltasar se consolidaría más tarde.

Van Dyke, pastor presbiteriano y profesor estadounidense, imaginó a ese cuarto rey: uno que quedó fuera del relato tradicional.


Así nació La historia de el otro Rey Mago, su relato publicado en 1895.

Van Dyke creó a Artabán, un mago persa que vendió todas sus posesiones para comprar tres regalos preciosos: un zafiro, un rubí y una perla. Pero el viaje de Artabán no fue sencillo. Se retrasó al detenerse a ayudar a un hombre enfermo. Cuando llegó a Belén, María, José y el niño ya habían huido.
El resto de su vida, Artabán la dedicó a buscar a Cristo, entregando sus regalos a quienes más los necesitaban: a un mendigo, a un esclavo, a los marginados... Solo al final, ya anciano, encontró al Mesías y entendió que había cumplido su misión ayudando a los más vulnerables.


Van Dyke es un escritor poco conocido, destacó más como profesor y diplomático. También tiene otro relato titulado El primer árbol de Navidad. Sin embargo, como autor se atrevió a REESCRIBIR LA TRADICIÓN.  

Cómo surge la tradición de Melchor, Gaspar y Baltasar

En los Evangelios, la historia de los Reyes Magos es escueta. Solo el texto de Mateo menciona a los sabios de Oriente que siguieron una estrella hasta Belén, pero no da detalles sobre cuántos eran, sus nombres o su apariencia. Entonces, ¿de dónde vienen Melchor, Gaspar y Baltasar?

La tradición comenzó a tomar forma siglos después. En el siglo III, el teólogo Orígenes sugirió que eran tres, basándose en los regalos: oro, incienso y mirra. Más tarde, en el siglo VI, un mosaico en la Basílica de San Apolinar Nuevo, en Rávena, Italia, los representó por primera vez con los nombres que conocemos hoy.

Durante la Edad Media, la tradición les dio aún más profundidad. Se les asignaron edades, razas y significados simbólicos:

  • Melchor, un anciano de piel clara, representaba a Europa y ofrecía el oro, símbolo de realeza.
  • Gaspar, más joven y de piel morena, personificaba a Asia con el incienso, usado en rituales sagrados.
  • Baltasar, de piel oscura, era la figura de África y traía la mirra, asociada a la mortalidad.

Con estos elementos, los Reyes Magos se convirtieron en un símbolo universal. Sus nombres y diversidad representaban a toda la humanidad adorando al niño Jesús.

Así, la leyenda evolucionó, y la tradición que hoy conocemos no es solo un relato -ni siquiera se limita a la creencia cristiana- sino que supone un puente entre culturas y épocas.