Falacias y sus tipos: una de las grandes lacras del siglo XXI
Esto va de falacias y tipos de falacias. Las falacias constituyen uno de los grandes males del discurso público y nos rodean en mensajes, conversaciones o debates de todo tipo. Están, tanto en los mensajes políticos como en las tertulias de bar, en la publicidad, en las series de televisión o en las creencias de ámbito generalizado.
Creo que tradicionalmente relacionamos el término falacia con el de mentira, pero no es exactamente así, ya que una falacia puede ser un argumento con una carga de verdad, aunque no verdad absoluta, lo que hace a la falacia una especie mucho más peligrosa. Además, las falacias formales tienen la capacidad de camuflarse mucho más. Lo hacen en discursos medidos y preparados pronunciados por gente bien vestida y con grandes audiencias, aunque también hay tipos de falacias que se incrustan entre disputas de vecindario o tertulias de programas del corazón. Como ejemplos de falacias habría miles y en muchos contextos, veremos algunos. Pero en primer lugar, a algún político le recomendaría que haga un curso de oratoria. En general, los políticos nacionales se desenvuelven con fluidez, pero a la hora de convencer tienen más problemas y cometen algún que otra metedura de pata.
Aunque algunos medios de comunicación últimamente están impulsando sistemas de verificación de datos, la mayoría de las falacias pasan por encima de nosotros como argumentos reales y consistentes sin que ni siquiera nos planteemos su credibilidad.
Si asistimos a un debate político, podemos encontrar lecturas diferentes de unos mismos datos donde cada cual destaca lo que más interesa dando la verdad a medias; ataques personales que poco tienen que ver con un tema de interés para la población; referencias a épocas pasadas sin que tenga que ser causa de actuaciones futuras o generalizaciones precipitadas y facilonas que no tienen una base de verdad. Todo eso son falacias. Veremos algunos ejemplos concretos, pero definamos la falacia.
¿Qué es una falacia?
Una falacia es un aparente argumento que, al ser analizado de manera crítica, no sostiene lo que está proponiendo. Es decir, una falacia es una mentira o una verdad a medias, lo que podríamos denominar como un argumento que no se puede verificar o no está sustentado por datos reales.
Dicen los teóricos que las falacias deberían ser solo fruto de inexperiencia e incompetencia, pero creo que, especialmente la política, acude a la falacia premeditadamente. Quizás solo sea una forma de tapar un vacío de razón, ya que cuando no hay argumentos sólidos para defender una tesis, se recurre a las falacias.
Las falacias en su contexto
Identificar las falacias y sus tipos depende en gran medida del contexto en el que se producen. Los elementos que condicionan la situación de enunciación son el autor, el público, el tema, la forma, la causa y la intención. En esta situación de comunicación debe darse una argumentación, es decir, aportar razones para defender una opinión. Esas razones son los argumentos que deben tener una coherencia lógica con la tesis y una base de verdad. Sin esa coherencia y sin esa base verídica, el argumento se transforma en falacia.
El contexto puede ser determinante porque el conocimiento de la audiencia o la preparación de los emisores puede ser distinta. No es lo mismo un debate hacia un público general que dirigido a un público especializado que puede tener muchos más datos sobre el tema a tratar.
Causas de las falacias
¿Por qué se usan falacias? Existen numerosas razones, enumeramos algunas:
Por error o por falta de razonamiento.
Para engañar.
Porque se elude el tema del debate.
Porque no se es capaz de respaldar lo que se afirma.
Por olvidos y confusiones.
Por dar algo por sobreentendido.
Por el deseo de atacar a un oponente.
Para ocultar defectos propios.
Tipos de falacias
Existen numerosos tipos de falacias. Ricardo García Damborenea ha elaborado un diccionario de falacias muy completo, pero me gustaría destacar algunos tipos concretos de uso común de falacias y sus tipos:
Falacias Ad baculum: argumentos que basan su fuerza en el poder sugestivo, social y/o económico con el que se ha investido a un objeto, persona o institución. Dar por hecho que un producto es bueno porque es de una marca prestigiosa.
Falacias Ad populum: buscan conmover a una masa colectiva con argumentos que apelan a los sentimientos y emociones. Es lo que normalmente se conoce como demagogia. Atacar los recortes en Sanidad con imágenes de niños enfermos.
Falacias Ad ignorantiam: defender que algo no es verdadero porque se ignora o no se ha probado su veracidad.
Falacias to Quoque: devolver la ofensa sin formular argumentos refutables, es decir, devolver un ataque sin más motivos.
Falacias Ad hominem: atacar a la persona por cuestiones que no influyen en el tema de debate, sino solo por quién es. En un debate electoral, criticar el sueldo de un político o la casa que tiene.
Generalización precipitada: atribuir algo a una persona por ser de un determinado grupo de población. Decir que una ciudad con más inmigrantes tendrá falta de seguridad.
Ambigüedad: dar a entender algo sin claridad, ni pruebas o dejando el argumento a medias.
Falacia del consecuente: dar por hecho que siempre que se presente una causa determinada, habrá el mismo efecto. Hacer creer que por comer carne mechada uno contraerá listeriosis porque ocurrió una vez.
Falsa autoridad: pagar a un especialista en un tema para que avale un dato. Se recurre a ello muchas veces en publicidad o en política.
Falacia del hombre de paja: distorsionar la posición sobre un tema de alguno de los interlocutores o poner en boca de alguien algo que no ha dicho.
Todo esto nos debería llevar a realizar una reflexión crítica sobre los discursos actuales, ya que hoy en día tanto en los medios de comunicación como en la calle asistimos a discursos marcados por la provocación y la réplica inmediata. No hay tiempo para trabajar y preparar argumentos sólidos, por lo que se echa mano de la falacia fácil.
Falacias, ejemplos de nuestros políticos
Voy a atreverme a desvelar que algunos de nuestros políticos han recurrido a las falacias en intervenciones recientes, especialmente en el último proceso de investidura fallida.
Pedro Sánchez (PSOE). Cuando sostuvo que PP y Ciudadanos debían abstenerse en su investidura porque el PSOE lo hizo en la última investidura de Rajoy. Es una falacia del consecuente que da por hecho que si A apoya a B, B apoyará a A, pero si un día nieva y hace frío no quiere decir que siempre que haga frío vaya a nevar.
Pablo Casado (PP). Asegurar que si gobierna el PP se crearán empleos y bajará el paro porque en anteriores etapas de gobierno del PP bajó el desempleo. Volvemos a encontrar la falacia o afirmación del consecuente.
Albert Rivera (Ciudadanos). "Sanchismo", "banda" "habitación del pánico"... son falacias ad hominem, ya que se limita a hacer ataques personales, mientras que desviar cualquier tema hacia la situación en Cataluña se acerca a la falacia to quoque.
Pablo Iglesias (Podemos). Dar por sentado que el PSOE debía pactar con Podemos por ser partidos progresistas o porque en otros países europeos se han producido coaliciones supone una falacia de generalización precipitada.
Santiago Abascal (Vox). Criticar a Pablo Iglesias por su chalet o por alguna declaración sobre Venezuela son falacias ad hominem.
Estamos ante una política de ataques personales y a partidos que poco tienen que ver con los problemas actuales, con la situación del ciudadano o de las propuestas de acción que tiene cada partido político. Lo primero que debemos tener en cuenta es que con buenas razones (argumentos), no habría que recurrir a las falacias.
Ejemplos de falacias en las noticias
Repasamos ahora algunas noticias de actualidad que nos sirven como ejemplos de falacias:
- La falacia de Ortega Smith sobre las Trece Rosas
- "La culpa de la repetición electoral": la gran falacia
- La falacia de «la igualdad ya existe»
- Falacias patriarcales y otros motivos para la Emergencia
- Falacias en educación
Recomendaciones para no caer en falacias
Estamos a las puertas de una nueva campaña electora y me gustaría que los políticos hicieran un trabajo de reflexión para centrarse en los argumentos serios y reales y alejarse de las falacias. Quiero dar algunas recomendaciones para evitar las falacias:
No atacar al oponente, sino al argumento.
Mantener causa y efecto por separado.
No saltarse información (de hacerlo incurrimos en una generalización indebida).
Intentar no distraer cuando se están aportando argumentos.
Apoyarse en hechos.
Apoyarse en verdades.
No tomar tu discurso como única posibilidad válida.
Pero para evitar caer en la falacia sería importante que el público general pudiera conocerlas y supiera detectarlas. Sin embargo, hoy en día parece que incluso se valora la falacia como argumento de peso que las legiones de seguidores del político de turno aplauden con pasión sin que detrás haya ni el más mínimo atisbo de argumento de calidad.